¿De qué lado está la ciencia?

En ciertos tipos de debates políticos por lo general hay un lado al que le gusta asumir que tiene a la ciencia de su lado, pero igual se podría argumentar que no es tan “científico” decir que durante toda la gestación aquéllo que está adentro no es más que un cúmulo de células, sin derechos, sin individualidad y sólo hasta que nace entonces sí tiene derechos; casi como si dijeras que en el momento en que la luz entra por sus ojos y el aire entra a sus pulmones entonces le entra el alma y ya es un ser humano, una persona. Se podría argumentar que tiene más fundamento científico decir que al momento de la concepción tiene un ADN propio, individual, que la etapa de desarrollo en útero es una parte del desarrollo contínuo así como lo es la niñez y la pubertad. Por lo tanto es una persona y debe tener los mismos derechos que todo ser humano, el más fundamental de todos siendo el derecho a la vida. Esto no debería tomarse como una desestimación a los derechos de la madre a proteger su integridad y su salud, o como una postura anti-aborto. Pero si la legislación se va a basar en argumentos científicos, éstos también son argumentos válidos y deben ser parte del debate. En muchas partes del mundo, incluso en México, ya se está avanzando en legislación que permitiría el aborto en el tercer trimestre y esto puede ser muy peligroso.

En un tema diferente, también muy controversial, tampoco tiene nada de científico descartar la importancia del sexo biológico, con todas las diferencias genéticas y fisiológicas que eso implica, incluso el metabolismo y, posiblemente, el sistema nervioso, y decir que eso no tiene ningún efecto sobre la personalidad, carácter o comportamiento y lo único que importa es cómo tú te identifiques en el fondo de tu corazón.

Particularmente en el tema del calentamiento global tal vez la distinción entre izquierda/derecha no es tan marcada porque casi por lo general están de acuerdo, aunque un lado parece adoptar la narrativa mucho más profundamente y el otro un poco a regañadientes. Aquí sobre todo la diferencia está entre un lado que, según ellos mismos, esgrimen puros argumentos estrictamente científicos, y el otro lado, cualqueira que exprese un poco de escepticismo al repecto o que lo niegue, o que sin negarlo proponga otro tipo de enfoque o solución, a los que los primeros acusan de ser completamente anti-ciencia. Pero examinando de cerca sus argumentos, también son debatibles.

Sobre que el clima del planeta está cambiando, de eso no hay duda, los datos son claros, pero en realidad siempre ha estado cambiando, son más los periodos de cambio que los de estabilidad. Tampoco hay duda de que el ser humano empezó a producir enormes cantidades de CO2 y expulsarlo a la atmósfera desde hace aproximadamente 200 años, coincidiendo con el periodo que que conocemos como la “industrialización” y que como resultado de ello, la concentración de CO2 en la atmósfera ha aumentado considerablemente, de 270 ppm a mediados del s.XIX a al rededor de 430 en la actualidad.

Lo que no es tan firme, y es, creo, la parte más importante si lo que se pretende es recomendar y dictar política a partir del conocimiento científico, es lo que une los dos argumentos anteriores, es decir, la relación de correlación/causa entre el aumento de CO2 y el aumento en la temperatura. Y para esto tienen un sólo argumento que es una gráfica en donde, efectivamente, se ilustra que desde el citado periodo el CO2 y la temperatura han ido subiendo a la par.

Sin embargo, eso desestima varias preguntas y contra-argumentos, como ¿qué tan confiables son los registros de temperatura, qué tanto reflejan el clima en el planeta entero, cómo se corrigen márgenes de error o un fenómeno como el de las islas urbanas de calor? También, y lo más grave de todo, desestima la información que hay a partir de estudios geológicos de los niveles de CO2 y de temperatura a lo largo de varios cientos de millones de años, en los que se puede ver que la correlación entre ambas cosas no siempre ha sido tan pareja; en realidad hay muchos periodos en los que la correlación está completamente invertida, hay periodos en los que la concentración de CO2 es 3 y 4 veces lo que hay ahora y la diferencia en temperatura no corresponde para nada en proporción a eso.

Desestima también el hecho de que en periodos donde la concentración de CO2 ha sido mayor, en realidad la vida en la Tierra ha no sólo sobrevivido, sino incluso prosperado mucho más que ahora y en lugar de eso quiere convencernos de que permitir un aumento de 2°C sobre una temperatura base, arbitrariamente elegida como la “normal”, sería un evento catastrófico para el planeta entero.

También desestima el hecho de que, gracias al crecimiento económico y tecnológico, incluso si damos por establecido que han aumentado los “eventos climáticos extremos” (cosa que también está a debate), el dato comprobable es que el número de víctimas, damnificados y daños económicos ha disminuido drásticamente.

Si se tomaran en cuenta estos datos sería muy claro lo que hay que hacer, independientemente de si el cambio climático es antropogénico o no, el enfoque debería estar 100% en el desarrollo económico y de infraestructura de las regiones más vulnerables, y no tratar de detener un proceso que muy probablemente nos rebasa por completo.

En lugar de eso, armados con el único argumento que tienen para establecer como causa lo que es únicamente una correlación en una selección un tanto arbitraria de datos, promueven un plan cuyo único enfoque es la reducción de emisiones de CO2, cueste lo que cueste, sin importar si eso tiene el efecto de obstaculizar y detener el desarrollo económico de esas regiones vulnerables, al impedirles el acceso a energía barata a partir de combustibles fósiles.

¿Entonces por qué parece que una apabullante mayoría de científicos apoya esa narrativa del cambio climático antropogénico y su correspondiente plan destructivo para detener la emisiones? Creo que en la pregunta está la respuesta y es bastante sencilla:

No es la ciencia la que apoya esa narrativa sino los científicos, es decir, la academia, las revistas, los medios. La “ciencia” es imparcial, le importan sólo los hechos verificables, no tiene opinión, ni sesgo político; un científico, un divulgador, sí que es parcial, tiene un sesgo, y su sesgo generalmente coincide con el de la institución de donde viene el financiamiento para su investigación y sabemos que “la academia” está completamente inundada de marxismo en las principales universidades del mundo. No sólo eso, sino que la izquierda, por definición es más dada a apoyar el financiamiento público de universidades, por lo tanto es lógico que tantos científicos que viven del financiamiento público, se alineen con la izquierda.

"La ciencia” como tal no está ni con la derecha ni con la izquierda, ambos lados pueden tomar un dato u otro y usarlo como argumento para su causa. Pero esa monopolización de la narrativa supuestamente científica por parte de la izquierda hace mucho daño al debate y, a mi parecer, está poniendo en riesgo a millones de personas en el presente y el futuro de sufrir la catástrofe que supuestamente están tratando de impedir, y todo con tal de obtener una ganancia política.

Photo by Stephen Leonardi